Que razón tenía Ray Bradbury en el último cuento de sus Crónicas marcianas
(si no lo han leído, ya están tardando, y si lo han leído, ya están tardando en
darle otro repaso), a saber:
“La ciencia se nos adelantó demasiado, con
demasiada rapidez, y la gente se extravió en una maraña mecánica, dedicándose
como niños a cosas bonitas: artefactos, helicópteros, cohetes; dando
importancia a lo que no tenía importancia, preocupándose por las máquinas más
que por el modo de dominar las máquinas”.
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